Tu texto me hizo sacar unas cuantas lágrimas y a la vez unas buenas risas, !me gustó mucho! <3
Facultad de Filosofía y Letras
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No había notado mi propia sinfonía orgánica hasta hace poco. Aunque bien desde niña tengo el recuerdo de hablar conmigo misma a solas o de hacer ruiditos extraños con mis labios como si hiciera soplidos silbados, pero hacia dentro; o también el ruido húmedo producido por mi paladar cuando le despego rápido mi lengua hacia abajo, pero éste ruido en mi interior es diferente; o incluso a veces es un sufrimiento que va acompañado de dolencias articulares, los que padecen de ello sabrán a lo que me refiero.
¡Qué digo!, ya hasta siento que mis maracas suenan como huesos, digo, al revés.
A veces pienso que solamente yo noto cómo mis huesos se alborotan en protesta por lo mal que los he tratado al ahogar mis noches con delicioso café y en mi inactividad cotidiana, de la que me he vuelto fan por no decir esclava cuando se me junta el ganado de tareas escolares, sin embargo resulta que no soy sólo yo quien los oye, sino que ya todo aquel que camina junto a mí es capaz de percibir al menos un susurro de la protesta de mi cuerpo exigiendo que le haga valer su derecho a la salud y que reduzca sus jornadas de trabajo otorgando más tiempo de esparcimiento recreativo, y otras compensaciones que ha manifestado el Sindicato rotular, como me gusta llamarlo, para exagerar mi tiranía.
El otro día iba caminando deprisa y mi acompañante en turno me preguntó si podía guardar bien mis llaves en la bolsa, porque le parecía que iba haciendo mucho ruido al caminar, pero por supuesto no lo quise sacar de su error y preferí ocultar el hecho de que el tronido provenía de mis rodillas vacilantes. Incluso al subir o bajar cualquier escalera que se me atraviesa, ya me da vergüenza que alguien ande cerca de mí porque sé que notarán mi sinfónico andar.
Me he preguntado, ilusa, si seré yo una de esas celebridades icónicas que fallecen muy jóvenes porque les llega el punto máximo de su éxito y mueren de una sobredosis de cocaína o de una congestión alcohólica en su jacuzzi, tal vez yo sea tan grandiosa que el mundo no está preparado aún para soportar mi existencia más allá de mis treinta.
Pienso que es por eso que “el Yisus” ya me está mandando señales de que mi hora final se acerca. Bueno eso es lo que me digo para justificar mi desatención, de otra forma, si no me divierto con mis propios pensamientos, comenzaría a tener esa sensación de que no sé porque diablos sigo aquí en el mundo, o como para qué o qué. A veces parece tan random cada segundo de mi existencia que en nostalgias y melancolías se me van los días, y termino cansada de no haber hecho nada y con sentimiento de culpa porque pude haber aprovechado mejor mi tiempo en vez de derrocharlo en los alucines raros que acostumbro.
Ojalá que la señora que viene cabeceando de sueño en el asiento de enfrente del transporte no tenga ese síntoma de loquera mío; pobre, debe venir muerta de cansancio, o será que de viejo uno comienza con somnolencia crónica y cualquier dolencia. Yo no imagino cómo he de subir a la combi por mí misma a su edad, si llego a los cuarenta tendré suerte…
Luego los dones nos dicen a los más jóvenes que de estas nuevas generaciones de ahora ya no se saca ningún provecho de la vida, porque de desmadre y de tonterías del “tiquitoc y el “feis” se nos va la mayor parte de nuestras energías y en el ocio perdemos tiempo para planificar nuestras vidas y ser productivos. Pero a mí de ellos poco me afligen sus opiniones, porque ya de por sí me cuesta trabajo sentir que soy alguien en la vida como para que todavía quieran que me esmere en andarlo demostrando con tonterías cuantificables que son clasificadas por los estándares del supuesto capitalista del éxito social.
La verdad es que de mis ruidos molestos ya tengo bastante cómo para andar también preocupándome por complacer a cualquier gente y si yo voy a ser una de esas personas que aprovecha el soporífero zangoloteo que brinda la combi y cualquier transporte público de la ciudad para recuperar el aliento, pues la verdad que de lo único que me gustaría preocuparme es de cómo debiese de preparar mis huevitos para la cena al llegar a casa, o de si debiese comprar la gardenia en lugar del tulipán que vi en la mañana cuando fui al mercado… esas preocupaciones simples quisiese, pero no pudiese.
En tanto me encuentro aquí en medio del tráfico cotidiano de la CDMX preguntándome ¿por qué y desde cuándo comencé a ocuparme de todo menos de mí misma?
Ojalá me hubiese escuchado con atención de tiempo atrás y ahorita no estaría atormentándome el revoloteo de mi interior. Si al chasquido rechinante de mis rodillas le añadimos que también me oigo a mí misma reprochándome o lloriqueando…
Porque no me asumo aún lo bastante digna de seguir con mi vana existencia, y porque éste escandaloso discurso que me cargo y otras tantas cosas están bastante buenas como para querer agendar dos o tres sesiones con la psicóloga en lugar de una vez a la semana; esto sin considerar que si me alcanza o no el money. Todo eso junto ya son suficientes apuros de los que tengo para ocuparme.
Porque okey, soy una loca millenial como dicen los mayores, pero de mínimo tengo la decencia de dejar testimonio de ello, además avalado por un profesional, que bastante lujoso me resulta por cierto y no me ando quejando con que “ya no hay valores” y no sé cuánta cosa que se inventan los grandes para no afrontar su resistencia al cambio.
Los tiempos cambian y uno tiene que adaptarse y reinventar las normas.
Y ahora que justo estoy por bajarme de la combi, me acabo de acordar de que ayer fue mi último día para pasar a pagar mi internet y si no paso a pagar ahorita me lo van a suspender y ni modo de perderme el final de mi dorama, y de no entregar mi tarea, no, no, no.
Qué va, qué voy a tener que dejar mi escandaloso crujir interno para la siguiente quincena porque en esta, ya nomás la libro para los pasajes, lo de mi terapia y mis copias de la escuela.
¡Y no digamos que ya ni de envejecer con gracia estoy confiada!
NOTA FINAL
Por: Edgar Serrano Oyorzabal
Buscar para encontrar, el libro que me acompaña
Por: Citlali Núñez Téllez
Oda a las cartas en un mundo efímero y digital
Tu texto me hizo sacar unas cuantas lágrimas y a la vez unas buenas risas, !me gustó mucho! <3