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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Aitana Julieta Fabregat Tinajero /Escuela Nacional Preparatoria Plantel 2
Natalia Sánchez Méndez

Natalia Sánchez Méndez

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan

Soy una mujer queer que le apasiona escribir, mis textos reflejan los sentimientos y pensamientos que tengo.

La monstruosa lesbiana gorda contra la heteronorma

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Las personas de la comunidad crecimos intentando ser la perfección de la heteronorma

Natalia Sánchez Méndez

Natalia Sánchez Méndez

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Naucalpan

Nacer siendo mujer en México parece ser suficiente razón para que el país machista te odie, pero a mí no me bastó con eso porque soy una mujer lesbiana. El país, ahora también homofóbico, me puede odiar más.

Salir del clóset para México es casi tan grave como si hubieras matado a alguien, porque pasas de ser la niña por la que tus papás son felicitados, a ser a la que le faltaban límites, la que se les había ido de las manos, ya no era la prima de las buenas calificaciones, ahora era la prima  lesbiana, o a veces solo era la prima “ya sabes” con un gesto de hombros levantados y entonces mi mamá y mi papá se convirtieron en algo así como Víctor Frankenstein, porque ya no podían aplaudirles su gran creación, ahora solo tenían la hija que le hace falta un castigo, un control, pero a diferencia de la criatura de Frankenstein mi único pecado es ser lesbiana, aunque en el país del conservadurismo era igual de grave ante los ojos de Dios.

Las personas de la comunidad crecimos intentando ser la perfección de la heteronorma. Queríamos pensar como la mayoría y hacer lo que la mayoría. Alguna vez dije que si Víctor Frankenstein no se hubiera obsesionado con generar perfección, así hacer su creación, sus problemas no existirían. Aún estoy de acuerdo con esta idea, pero en esta parte de mi historia me vuelvo Víctor, comparándolo conmigo, con mi necesidad de entrar en una sociedad mayormente heterosexual. Nuestros problemas parecen ser diferentes. Lo son, pero pensando más allá,  creo que mi necesidad de cambiar lo que soy hizo más dura mi vida dentro del clóset, mientras que a Víctor su error le hizo más duro existir junto a su creación, porque mi obsesión de ser considerada normal, era casi igual a la del doctor sobre crear vida.

Me gusta pensar que mis papás me aceptan, porque la verdad así es, pero aquí viene el primero de mis enfrentamientos; la duda de lo que yo era en ellos, sabían bien la hija que tenían, pero la duda sobre si en verdad me gustaban las mujeres o era moda no los dejaba. Su necesidad de no tener que enfrentarse a las preguntas los regreso al papel del Doctor Frankenstein, mientras ahora yo era la criatura que ellos habían hecho, porque mi enojo y el de él eran parecidos, pero las acciones no lo eran, yo no maté, pero sí grité, yo no me vengué, pero se volvió más difícil convivir conmigo, yo no era el monstruo, pero era el secreto para que no sean cuestionados.

La gran diferencia entre Victor Frankenstein y mis papás, fue precisamente que yo no era un monstruo, yo no había cometido un error, yo nací así, aceptaron lo que yo era, aquí mi historia puede ser separada de la de Frankenstein, porque encontré lo que me hace ser yo, porque aún en el país de la religión antes de la familia, mis papás me dejaron ser yo, porque yo no fuí el error de Víctor Frankenstein. Soy la hija por la que se pueden sentir orgullosos, sin importar lo que dice un libro. Ahora, en cuestión de perspectivas, me doy cuenta que el monstruo no fue la criatura, y tampoco mi papás o yo lo éramos, el monstruo es la sociedad. La sociedad es Víctor Frankenstein, que me juzga a mi por ser lesbiana y que creó a una criatura sin pensar en las consecuencias.

Como si no fuera suficiente, nací en un mundo de prejuicios, dónde la hegemonía abunda, los medios te bombardean con una belleza casi imposible de alcanzar, la sociedad adaptó la ley de la selva, dónde en lugar de sobrevivir el más fuerte, triunfa quien más belleza tenga, las personas ahora dicen que lo importante es lo de adentro, pero con excepción, de las, los, les que tenemos sobrepeso, porque entonces ya está en riesgo la salud, eso sin preguntar los hábitos alimenticios.

El mundo es como leer el Anuncio de Juan José Arreola, todo parece una fantasía idiota, porque, ¿cómo vas a querer crear a la mujer perfecta? Aunque, sí es lo que buscan. La publicidad sobre los productos de belleza siempre te prometen algo, una piel perfecta, un cabello sedoso, una faja para formar el cuerpo perfecto y todo es falso. En la adolescencia, la mayoría tenemos espinillas que apagan la primera promesa. Las personas con cabello rizado no tenemos un cabello sedoso, siempre se va a esponjar, eso ya lo hace menos hermoso según ese comercial y ninguna faja hará un cuerpo perfecto, entonces ya no parece tan fantasioso el Anuncio: podría parecer una exageración, realmente no lo es.

Los estándares de belleza vienen desde las películas infantiles, la sociedad contamina la mente de las infancias desde el momento en el que vemos princesas en corset, siendo extremadamente delgadas, cuando la mayoría, a los 9 años, no podríamos tener ese cuerpo. Fomentar la salud nutricional sin conciencia de realidades viene de la mano de muchas ideas gordofóbicas, al igual que las ideas en “el anuncio” son sexistas y estereotipadas.

Ahora después de esto, imaginemos cómo les sonó a todos cuando hable de querer dirigirme al mundo editorial de la moda. Pueden no decir nada, pero los ojos expresaban asombro, no los culpo. El medio de la hegemonía es difícil imaginar a una mujer de cuerpo diverso y lesbiana trabajando en estás revistas, pero tampoco lo ocultan. Las palabras clichés de: “bueno estás chica vas a cambiar de idea” se hacen presentes. Suponiendo, inseguridades sobre mis metas y trabajo ideal que aún no tengo.

Hablo abiertamente del tema sobre el amor a cualquier tipo de cuerpo y sobre la hegemonía. Entonces, ¿me convierte en hipócrita tener una afición por ver los show de moda, dónde las modelos son todas hegemónicas? No. Porque ellas tienen un cuerpo que merece ser amado: todos, todas, todes tenemos cuerpos reales, porque no somos los autómatas del Anuncio. La discriminación a los cuerpos es muy impactante, porque no hay un cuerpo completamente perfecto y si hay uno, se le va a discriminar por su inteligencia o hasta por su personalidad, la sociedad quiere un robot hecho a medida de sus estereotipos.

Definitivamente, hay cosas que pueden rescatarse. Por ejemplo, centrándome en el mundo de la moda, vi el desfile Versace Spring Summer 2022, dónde modelos de cuerpos y tonalidades diversas caminaban por una de las marcas más importantes. Te llena de sentimientos de orgullo, porque ya no parece tan lejano un mundo sin hegemonía, aún cuando la ficción de esta es más real de lo que creemos, dónde una sociedad rompecabezas en la que muchas de las piezas no encajamos, nos convertimos en seres idealmente imperfectos; ya no somos una minoría oculta.

Sin embargo, existen momentos que arrebatan esa idea de mejora. La influencia de redes sociales, tener un acceso a la vida de los demás les hace creer a muchos que tienen derecho a juzgar. La realidad es que cada quien es responsable por su cuerpo, pero para la gente detrás de un pantalla esto no se ve así, se ve como una ventana a burlarse de alguien, muchas veces por cosas tan básicas como la apariencia física, y no es tan simple como desactivar una cuenta sin más, porque estos comentarios tienen un gran alcance que perjudica en aspectos que no pensamos, como las relaciones amorosas o de amistad.

Estar en una relación, de cualquier tipo, para una persona de cuerpo diverso es complejo. Puede parecer imperceptible, hay ciertos prejuicios que alguien de cuerpo delgado no ve. Por ejemplo, el comentario más escuchado: “me siento gordx”, con una connotación de algo malo, por si no fuera poco, viene acompañado de caras que muestran incomodidad cuando se dan cuenta de que hay una persona realmente gorda a su lado. No ven cosas que nosotros sí, como que el estar gordx no es un sentimiento, no es algo de un día sí y un día no, es una apariencia, es lo que somos y que nos pone en un punto vulnerable en la sociedad. Nos acusan, nos juzgan, nos cuestionan sin realmente conocernos, solo hace falta tener más panza, piernas y brazos anchos, para que en automático seamos tratados diferente.

Toda esa situación, nos enseña que el mundo no tiene una conciencia de diversidad, porque aún cuando nadie tiene el mismo cuerpo, la gente gorda es la que romantiza una enfermedad, pero no siempre ser gordx es sinónimo de no ser sano. Todos se vuelven doctores cuando se trata de cuestionar el sobrepeso de alguien, sin estudios previos para dictaminar la situación de salud, o a veces, cuando si es un personal médico no hay tacto en cuestión de realidades, porque para la sociedad es más fácil cambiar personas, que ampliar los espacios y conocimientos para experiencias dignas a todo tipo de cuerpo.

Lo que nos lleva a que aún hay muchas cosas por cambiar, debemos de asesinar al monstruo Victor Frankenstein homofóbico, misógino, gordofobico y racista. Se trata de tener una realidad dónde las empresas de autómatas ya no quieran construir un mundo perfecto, sino deconstruir uno lleno de gente imperfecta, que es hermosa de cualquier manera, porque aún faltando más de la mitad de la vida, se que mi monstruo de la lesbianidad y mi cuerpo de imperfección, son lo que está bien, son mi perspectiva, mis ojos viendo mi mundo, no debo juzgarme con los de otros, debo amarme y puedo gritar con orgullo que soy la mujer de 17 años gorda y lesbiana que se ama sin importar los monstruos ajenos y propios.

Referencias

Shelley, M. (2004). Frankenstein o el moderno prometeo (Primera ed.). Libros en red.

Arreola, J.(1952). El anuncio. Https://www.ingenieria.unam.mx

Versace, D. [Versace ]. (2021, 23 septiembre). Versace Spring Summer 2022 [Vídeo]. Instagram tv. httpss://www.instagram.com/tv/CUOb-crDDVx/?utm_medium=copy_link

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