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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Angela Betán Sánchez
Angela Betán Sánchez

Angela Betán Sánchez

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba

Soy estudiante de comunicación y periodismo, aunque también me considero una soñadora, que en sus ratos libres se pierde en la música, sentimientos intensos y letras que se retuercen y enredan con belleza. Siempre he pensado que todos podemos transformar nuestros demonios internos en arte maravillosa, que puede hacer que conectemos con los demás, es por eso que, aunque escribo cosas muy personales, una gran parte de mí desea que me lean, pero sobre todo me encantaría ver la expresión de mi lector.

La magia de tu amor

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Las personas pueden florecer en una relación, pueden crecer y volverse más fuertes de lo que imaginan

Angela Betán Sánchez

Angela Betán Sánchez

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 9 Pedro de Alba

Era nuestra cuarta cita en aquel quiosco cubierto de cristales en el techo, sus barandales estaban rodeados por una especie de hiedra de la que salían cuarzos de diversos colores, en su mayoría translúcidos. Me di la vuelta y lo vi: sus cabellos dorados eran sacudidos por el viento, mientras que sus ojos marrones brillaban mágicamente por el reflejo del ocaso.

—Mantente tras de mí —exigió mientras un delgado hilo rojo recorría sus labios. Intenté formular una pregunta pero me interrumpió de inmediato—. No hables, escóndete tras esos arbustos, rápido, los escucho venir. Si tengo la suficiente fuerza, podré…

Las hojas de los árboles comenzaron a moverse con cierto ritmo, mientras que en los pies podía sentirse una vibración. Bastaron unos segundos para que saliera de la vegetación un grupo de sujetos que tenía dientes alargados, algunos con la piel escamosa, otros con largas uñas, ojos de colores o incluso partes de animales, como el que iba al frente que tenía unos largos cuernos de carnero.

—Gabriel, nosotros no deseamos ser tus oponentes, pero si sigues reteniéndonos ¿cómo esperas que respondamos?

—Ustedes no son bienvenidos, así que pueden irse preparando regresar al inframundo —dijo dejándome atrás, mientras que yo intentaba buscar una mejor vista entre las ramas.

—Está bien, todos son testigos de que el gran Gabriel ha retado al poderoso Príncipe Luciano, así que ¡A él! —gritó y de inmediato se abalanzaron 4 hombres sobre Gabriel.

Mi cuerpo tenía temblores y parálisis, era como si algo de mí quería salir, pero no lo permitía, y cuando me obligé a ponerme de pie para intentar ayudar a Gabriel, lo vi lanzando cuerpos en diferentes direcciones, logrando que estos volaran y derribaran a más de esos sujetos, para después, al caer al suelo, desaparecer en forma de neblina.

El que tenía cuernos me miró impactado y con una sonrisa amplia en el rostro, para luego empujar a su contrincante y pegar una carcajada que hizo tintinear muchísimos cristales. Cuando se detuvo, esquivó la lanza de Gabriel y exclamó aún sonriendo:

—¿Es en serio Gabriel? Peleas contra nosotros pero ¿no has matado aún a esa humana?

Hubo un silencio incómodo hasta que él preguntó de qué estaba hablando.

—¡Ja, ja, ja, ja! No puede ser posible ¿Es que no te habías dado cuenta? Y yo que creí que eras reconocido por tu suspicacia. Aunque, bueno, es de reconocer que los humanos son grandes mentirosos, casi da la pinta de que es un ángel.

Gabriel dio unos pasos atrás, furioso, pero a la vez en su rostro podía notar cierta confusión. Yo no entendía lo que el chico cornudo decía, es decir, se supone que yo era un ángel, ¿no? Después de todo había sido adoptada por el mismo ángel protector.

—Oh querida no intentes simular que estás sorprendida, es decir, nunca te preguntaste por qué no te han crecido alas o siquiera te has cuestionado por qué sientes algo que no puede salir del todo de tu pecho. A decir verdad me sorprende que aún no te hayas transformado

—Yo… Gabs…

—No me hables, quédate callada, y serena tu mente, mientras más sientas emociones, más rápido te transformarás en lo que realmente eres.

Sus palabras me atravesaron el corazón, el tono en el que me había dado esas instrucciones era tan frío, podía decir que parecía que me había vuelto una extraña para él. Como en otras ocasiones el pecho comenzó a dolerme, pero no me permití dejarme controlar por ello, por lo que bajé la vista hacia esa pequeña flor que se tambaleaba a causa del frenético enfrentamiento.

Sabía que no debía preocuparme, porque él siempre ganaba cualquier enfrentamiento, pero ahora…uff… no eran los típicos enemigos, eran igual de poderosos que él, por lo que esta vez no podría regenerarse al instante. La pelea fue dura, hasta que sólo quedaron ellos dos frente a frente, mirándose con odio. Fue Gabriel quien levantó primero el arma, sin embargo Luciano fue el que atacó.

Sabía que no debía observar, pero no podía, tenía que ver que él estaba bien.

—Te he dicho ya que es una humana. ¿Y sigues con esta pelea? Creí que por protocolo debías matarla primero —refunfuñó Luciano mientras que Gabriel soltó un gruñido.

Las lanzas chocaron de una forma tan violenta que causaron una vibración en el suelo acompañada de un estruendoso eco. El cornudo cayó al suelo y escupió un líquido rojo. Gabriel tomó la lanza del enemigo y arrastrando la punta de las armas se dirigió a él con pasos firmes y elegantes. Podía sentirlo, sabía que estaba decidido a ejercutarlo.

En lugar de levantar la lanza, la pasó por su cuello, empapándola de sudor. Se detuvo en la yugular, e hizo presión, pintando de rojo la punta de oro.

—Mirate Gabriel, en qué te has convertido, asesinas a los que alguna vez fueron de tu familia y dejas vivir a este ser tan peligroso y despreciable…

No hubo una respuesta pero sus miradas siguieron conectadas, era como si se comunicaran, pero no fue hasta que una gota de sangre cayó al suelo que el silencio se rompió.

—Pff, qué patético —exclamó con una media sonrisa para luego tronar los dedos.

Cuando menos me di cuenta, una daga negra estaba muy cerca de mi pecho. La punta se clavó de forma brusca y no pude evitar soltar un grito.

—¡Elena! —chilló girándose con los ojos bien abiertos.

—Idiota.

Luciano recuperó su lanza y se elevó de un salto, estiró sus brazos y apuntó.

—¡No! —grité cuando entendí lo que haría.

Gabriel estaba en el suelo, tosiendo, intentando moverse, emitiendo un sonido que hacía estremecerme. Su rostro había sido salpicado por polvos dorados y casi todo su brazo izquierdo estaba pintado de rojo. Varios temblores corrían por su cuerpo, pero sus alas eran las que menos se movían.

El cornudo lo había logrado: le había atravesado el ala, estaba sufriendo y no conforme con ello sacó bruscamente su arma, liberando otro grito desgarrador de la boca de mi amado. Luciano se inclinó hacia su ala lastimada y la apretó con fuerza, para luego arrancarle las plumas, en especial las que aún eran blancas.

—¡Detente! —grité, abalanzándome hacia el frente, haciendo que la daga se incrustara más.

—Elena… no… —susurró y luego pegó otro grito de dolor, puesto que le había hecho un corte más en el ala.

—¡Ya basta! —supliqué sintiendo en mi garganta una cuerda ardiente que empezaba a asfixiarme cada que veía sufrir a Gabriel—. Por favor…

Como si se hubiera tratado de una palabra mágica, se detuvo, pero sólo por un momento, ya que luego, le soltó un puñetazo en el rostro, mandándolo hasta una esquina del quiosco.

—¿Crees que diciendo eso te tendré misericordia, humana?—.Tomó la empuñadura de la daga y levantó su puño, para después incrustarme un fuerte golpe en el abdomen, logrando posicionarme a unos metros de Gabriel.

—¿A quien mataré primero? —preguntó para sí mismo, mientras admiraba sus armas.

Mi pecho no dejaba de subir y bajar a una velocidad increíble, mi garganta estaba en llamas y mis ojos parecían querer derretirse. Gabriel había dicho que retuviera toda emoción, pero era casi imposible seguir con eso. Lo único que quería era dejar de sentir ese dolor.

—Veamos si es que los ángeles son inmortales —río dirigiéndose a él mismo, con pasos cortos, preparándose para dejarlo sin aliento esta vez.

Sabía que no debía sentir, que tenía que contener ese ser que había en mi interior, que tenía que obedecer a Gabriel, pero no fue hasta que Luciano dio el tercer paso hacia él, cuando algo pareció poseer mis ojos y oídos, puesto que pude ver como moría lentamente Gabriel, pude escuchar sus gritos y sentir su tibia sangre sobre mi piel, pude ver cada momento que pasé con él, pude escuchar su voz, sentir su aliento y tacto. Un último grito suyo resonó en mi cabeza y corrió por todo mi cuerpo, haciéndome sentir una sensación nueva, como si mi cuerpo y corazón fuera liberado. No sabía qué pasaba, pero ese calor que me rodeaba, crecía cada vez más y mi miedo se convertía en poder.

Un estruendoso sonido metálico fue captado por mis oídos, y sentí como mi cuerpo se movió en dirección a este, para luego posicionarse fijamente. Como si se tratara de un reflejo, abrí los ojos, y pude ver a el chico con cuernos de carnero inclinando su lanza.

Mis manos comenzaron a calentarse, y se juntaron, para después formar una especie de llamas. Hasta ese momento me di cuenta de que mis pies no estaban en el suelo, y que mi cabello flotaba junto conmigo. Miré sobre mi hombro  y pude ver el cuerpo de Gabriel, lo que causó que creciera aún más el fuego entre mis manos y provocando un ardor delicioso en mis palmas.

Antes de que la punta de su lanza pudiera tocarme, lo mire a los ojos y pegue contra su pecho las llamas que había generado. Su cuerpo empezó a arder, pero no pude notar ninguna expresión de dolor en su rostro, más bien parecía estar atónito.

Mis manos se cerraron y hasta ese momento empezó a soltar gritos.

—No está tan mal ser un humano ¿sabes?

Sus brazos se estiraron bruscamente, pero en ese momento una brisa pasó por delante de mí. Una pluma cayó sobre mi cabello y pude sentir una paz invadir mi cuerpo. Fue Gabriel quien me cubrió y quien atravesó al cornudo, además dijo unas palabras que no entendí, pero que desaparecieron a Lucian.

El cielo se oscureció y mis poderes parecieron dejar de funcionar en ese momento, dado que la gravedad tuvo efecto sobre mi, pero en ese instante otra luz se encendió en mi pecho al sentir las manos de Gabriel rodeando mi cuerpo y acercándome a él con sumo cuidado.

—Elena, te has vuelto muy poderosa, y sé que usaste tu poder para salvarme, pero ahora debes decidir si ahora lo usarás para el bien o el mal—susurró mientras me acariciaba el cabello—. Los humanos pueden elegir qué camino tomar, por eso dicen que son peligrosos ¿lo sabías? —preguntó con una risita—. No te sientas nerviosa, ni presionada por mí, porque lo que elijas no cambiará lo que siento por ti. No siempre te lo digo Elena, pero yo… te amo.

NOTA:

Con este cuento busco compartir lo valioso que puede ser el tiempo, ya que en un instante uno puede estar disfrutando de una cena con su persona especial y en unos minutos ¡Puf! Puede ya no quedar nada de ambos. Igualmente quise escribir este cuento porque me molesta que en la mayoría de los cuentos románticos uno de los dos personajes es más fuerte que otro, como si su obligación fuera proteger a la otra persona y el otro solo se viera limitado a esperar ser rescatado. Quise dar a entender que las personas pueden florecer en una relación, pueden crecer y volverse más fuertes de lo que imaginan, además de que, si una persona de verdad te ama, no criticara tus orígenes, tus gustos, comportamientos o decisiones.

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