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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Foto de monicore / Pexels
Picture of Armando Yael Arteaga Ortiz

Armando Yael Arteaga Ortiz

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 2 Erasmo Castellanos Quinto

Armando Arteaga, escritor aficionado.

Escatología: la diosa ha muerto

Número 8 / ENERO - MARZO 2023

¿Qué sigue después de la muerte de una diosa?

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Armando Yael Arteaga Ortiz

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 2 Erasmo Castellanos Quinto

No sabemos qué hicimos para merecerlo, tal vez fue nuestro egoísmo, tal vez ya estaba escrito, tal vez es inutil buscar respuestas ahora, pero el hecho es que solo trajo dudas y desesperación;  algunos dicen que la guerra fue el principio del fin, otros afirman que la primera señal fue el ártico convirtiéndose en agua, los más escépticos creían que todo se trataba de una intervención artística o de un evento científico sin precedentes, lo único cierto es que nadie podía negarlo, las pruebas fueron vistas por todo el pueblo de Santa Catalina

Era un sábado catorce de julio, los niños corrían por la plaza con sus camisas mojadas de sudor, mientras otros comían helado para apaciguar el calor, los ancianos se sentaban en las mesas a jugar dominó bajo las sombrillas para guardarse del sol, los trabajadores de las obras se tomaban un descanso con sus refrescos de vidrio y sus tacos de a cinco, un sábado como todos … o eso parecía.

“El destino es agua turbulenta, para cuando podamos ver lo que hay en el fondo todo habrá pasado” eran las palabras exactas que leía cuando la tragedia arribo al pueblo, primero el cielo se tiñó de carmesí, salí corriendo de la biblioteca, me pareció majestuosa la gama de colores que había elegido “el escritor” para el cielo, estaba hipnotizado por el paisaje casi apocalíptico cuando la ví, salí del trance  inmediatamente, su cuerpo cubierto de joyas y telas preciosas caía del cielo, los murmullos no se hicieron esperar, pero fueron silenciados por el impacto.

Su cabeza golpeó el suelo, se escuchó un golpe seco del que nadie podría salir con vida, la gente del pueblo se apresuró para verla, las mujeres lloraban y rezaban, mientras los hombres la miraban en silencio, los niños seguían jugando y corriendo a su alrededor en una escena horrible, todos la miraban, pero nadie se atrevió a tocarla; los pocos adolescentes del pueblo le tomaron fotografías que nunca salieron a la luz, de un momento a otro la tarde se hizo noche y la plaza que antes estaba llena se vacío.

No creo que nadie pudiera dormir esa noche, incluyendome en la estadística, pase toda la madrugada devorando libros sobre fenómenos meteorológicos y los dioses, nada parecía dar solución al cielo rojo, pero la mujer en el centro de la plaza era un tema completamente separado, las escrituras antiguas en el archivo de la biblioteca sobre teología la describen perfectamente, era la diosa, hija primera del escritor, la protectora de los mortales, jueza de las almas.

Mientras yo descubría la verdad los verdaderos doctos en el tema se suicidaron, la iglesia estaba repleta de cadáveres, todos colgados en el interior del edificio, todos cobardes, todos conscientes de que se perderían el final de los tiempos.

A la mañana siguiente nadie salió de su casas, todas las tiendas estaban cerradas, también las escuelas. El pueblo de Santa Catalina estaba sumergido en el miedo y la negación, solo un par de almas se movían en el pueblo, la mía y la del enterrador; él se encargaba de darles santa sepultura a los monjes del convento, yo por otro lado fuí a visitar el lugar del impacto para conseguir respuestas, pero al llegar, no había nada, el cuerpo de la diosa no estaba en el lugar del golpe, sólo permanecía el hoyo que provocó su caída, todo indicaba que alguien se la había llevado.

Según las viejas escrituras en el caso que la diosa muriese esta misma reviviría el lunes posterior a su muerte, pero la diosa estaba perdida, podía hallarse en cualquier casa de Santa Catalina o peor podría estar dirigiéndose fuera de sus fronteras; al caer la noche del domingo todo el mundo seguía dentro de sus casas esperando esconderse de la ira de la diosa. En la madrugada, en medio de mi insomnio, alcanzaba a escuchar las plegarias lanzadas al suelo de los pecadores, el aullido mortal de los perros y el silbar del viento nocturno, no sabía qué sentir, por un lado toda la cuestión me parecía de lo más escabrosa, pero una parte más profunda de mi sentía el peso de no tener dirección, la extraña angustia dulce de ser libre.

El lunes empezaron las verdaderas consecuencias, el estandarte de moral de la sociedad había caído, no había divinidad alguna que castigará sus almas por los pecados cometidos: “La diosa se pudre”.

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Escatología: la diosa ha muerto

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