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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Carlos Alí Vargas Flores

Carlos Alí Vargas Flores

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy Alí, tengo 19 años; soy de Michoacán; hombre; estudio Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y colaboro dentro del Proyecto Migala.

El racionalismo excesivo vs. los padecimientos mentales

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Hace falta mucho debate –y empatía– para comprender que las consecuencias emocionales y sociales de los trastornos mentales no son agresiones planeadas

Carlos Alí Vargas Flores

Carlos Alí Vargas Flores

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Si damos un primer vistazo al tema, podemos decir que el debate de ampliar el acceso a la salud mental a todos los sectores de la sociedad está superado al menos en nuestra generación. Asimismo, la discusión sobre cuáles serían las condiciones sobre esta implementación han tenido avances significativos: lxs especialistas de la salud mental tales como psicólogos/as y psiquiatras deben de gozar salarios dignos para ejercer su labor, así como ampliar las respectivas plazas en el sector público. Parecería contradictorio el punto anterior y la necesidad imperante de que el acceso a la salud mental sea subsidiado por el Estado, dando gratuidad para todas y todos.

Sin embargo, parece que hemos dejado de lado un debate necesario sobre la cotidianeidad de las enfermedades y padecimientos mentales y su manifestación a través de acciones inestables desde nuestras amistades, parejas o conocidos de diferentes espacios. A pesar de que muchas personas de esta generación “centennial” se jactan de ser la “generación más sensible para los padecimientos mentales”, emitimos una serie de juicios contundentes, apáticos e inclusive crueles hacia personas con estas enfermedades cuando aparentemente atentan en contra de otras personas de forma consciente y malintencionada, cuando en realidad estas supuestas agresiones son cometidas por una vulnerabilidad generalizada, confusión (sobre la validez de nuestras acciones) y la presión (interna como externa) de no fallar jamás.

El excesivo racionalismo en el que hemos crecido, socializado, aprendido, etc., ha hecho muchísimo daño en la percepción de las enfermedades mentales y la relación que mantenemos con otras personas, parece que cualquier acción cometida y que termine en desgaste para otros siempre será recibida como una agresión planeada, ejercida con la finalidad de obtener beneficio personal, o simplemente como una táctica para ejercer dominación sobre otra persona, teniendo la coartada perfecta para no ser responsables de nuestras acciones sin ninguna empatía con lxs otrxs.

Lo anterior, en muchas ocasiones termina siendo una completa falsedad dentro de la realidad en la que viven las personas con enfermedades o padecimientos.

Desde una experiencia personal, en la que la ansiedad y la depresión hacen de las suyas desde hace más de 4 años, en la que el autosabotaje era una constante, la tortuosa duda de saber si mis decisiones eran las correctas, el deber observar las consecuencias de cómo nuestros padecimientos afectan la vida de personas cercanas y amadas, y la necesidad ética de responsabilizarme, aclarando en todo momento que no era una intención personal de dañar a esas personas. Puedo explicar y abordar este tema y proponer algunas salidas generales que no van a alcanzar en este escrito, un llamado urgente y repentino de romper con el excesivo racionalismo y con un estigma hacia estas enfermedades, llamar a una escucha constante y responsable (autocuidado para todxs, con límites sanos) hacia estas personas y mostrarles que la confusión es algo válido y no necesariamente permanente. Demostrar que la responsabilidad afectiva no es algo exclusivamente de las relaciones amorosas o sexuales.

Sin embargo, debemos tener cuidado, a pesar de que este fenómeno es común dentro de las personas que tenemos padecimientos de esta naturaleza, otros más usarán esta válida razón para justificar acciones deleznables que no tienen que ver con inestabilidad mental, sino con un sistema de valores cuestionable. En este sentido, ¿cómo detectar a estos farsantes? ¿Cuál es el límite que debemos de tener como sociedad, colectivo o persona ante acciones cuestionables de esta naturaleza?

Falta mucho debate, aportaciones colectivas y escucha constante sobre este tema para abordarlo con la profundidad necesaria, sin embargo, empezar a nombrar esta problemática es un paso necesario para asegurar una salud generalizada en nuestra generación.

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