En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Mariana Vega

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM

El problema de pensar siempre en pares

Número 8 / ENERO - MARZO 2023

Pedimos justicia las que estamos vivas por todas aquellas que ya no están, y entre el espacio olvidado de esas dos realidades tan aterradoras, encontramos que en la vida hay violencia y en la muerte, injusticia...

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Mariana Vega

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM

Me pregunto en este 2020, tan dicotómico desde su llegada, si nos debería seguir preocupando quienes rayan las paredes por encima del por qué las rayan. El creer que las manifestaciones feministas que se realizan desde cualquier espacio invitan a todas las personas a participar de la misma manera es una equivocación, así como lo es el creer que no sirve de nada. Si pensamos en una casa que se incendia y los bomberos tratan de apagar ese fuego, ¿le arrojaríamos agua a las casas que no se incendian sólo para que no se sientan excluidas?

Lo que debería ocurrir es que las personas dueñas de esas casas estén alertas de lo que ocurre en ellas para que no se incendien y -si me pongo idealista- que brinden su ayuda a quienes lo han perdido todo, porque son quienes lo necesitan y ellas les pueden apoyar. Así individualmente se juega un papel, quien lo ha perdido todo tiene total derecho de sentirse como decida y expresarlo en proporción, así también quienes le observan están en su derecho de ser indiferentes, pero ahí la pregunta es: ¿Cómo deciden actuar?

Ese es el punto cuando un año tan surrealista como el actual nos recuerda en sí mismo que la realidad no es blanca o negra, sino toda una gama de claroscuros; que ante el feminismo no se contrapone el machismo, porque estos no son opuestos que se corresponden. El año no ha sido ni bueno ni malo, así como ahora podemos pensar que no se trata de calificarle así, porque de nada nos sirven las consideraciones moralistas ni la fe ante decisiones que deben ser tomadas con presupuesto en mano y la capacidad de acción política para decidir sobre lo importante y asegurar las condiciones necesarias a la población; la autoridad moral ya viene después.

El problema en lo real viene cuando una se resigna por años a persignarse cada que sale de casa porque sabe que puede ser parte de los 11 feminicidios que aproximadamente ocurren al día en México. Se nos orilla a confiar en la fe antes que en la seguridad y justicia que hay allá afuera provenientes de un Estado laico, que debería trabajar en ello de manera satisfactoria.

A cada momento hay condiciones deseables que se le presentan a unos, al mismo tiempo que las indeseadas les ocurren a otras. Por eso me parece absurdo que alguien piense en apoyar un movimiento cómodo de casas de campaña que se representa a sí mismo, ausente ante las demandas sociales de aquellas a quienes durante tantos años nos dijeron que “no tenemos algo mejor que hacer” y que el pobre es pobre porque quiere. Esto, sin olvidar que aunque los grupos de una supuesta oposición traten de aprovecharse de un movimiento legítimo, nos corresponde dejar claro que las demandas son por y para las mujeres, no para apoyar a un gobierno sin interés en el tema ni a los aprovechados que le ven signo de pesos.

El problema de siempre pensar en dos partes para todo es lo que se queda en medio de eso, los hechos que no son ni de chile ni de mole; porque al final la pregunta ante las manifestaciones no es si se quema o si se rompe, sino ¿qué sucede en el tiempo entre una marcha y otra para que esto cambie? Los destrozos que tanto dividen a la opinión a favor o en contra existen porque entre la pregunta y la respuesta hay de todo menos soluciones. Pedimos justicia las que estamos vivas por todas aquellas que ya no están, y entre el espacio olvidado de esas dos realidades tan aterradoras, encontramos que en la vida hay violencia y en la muerte, injusticia.

Dentro de los feminismos -recordando que no es uno solo- la consigna principal que motiva las manifestaciones es la exigencia de justicia. Es necesario recordarnos todo el tiempo que, como una joven mujer que vive en la ciudad y ha tenido la oportunidad de desempeñarse en la academia -por ejemplo-, no vivo el mismo grado ni tipo de violencia que el resto de las mujeres en el país, ni siquiera en la misma ciudad.

Es por ello que no me atrevo a decir que les entiendo y que la lucha es una misma para todas, porque cuando dicen que “todas deberíamos ser feministas”, no todas lo seríamos de la misma manera, ya no todas pueden, y no debemos pensar que somos iguales. Los destrozos ocurren al mismo tiempo que, quienes podemos, inundamos cada espacio que tenemos con la consigna en nuestra voz y letras, pues de lo que se trata es darle esa voz a nuestras mujeres invisibles.

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El problema de pensar siempre en pares

4 Responses

  1. La indignación tiene muchos motivos: los desplazados, los migrantes, los indígenas agraviados, la comunidad lésbico_gay que se le niega sus derechos, los bosques arrazados, los niños violentados, los asalariados explotados…

  2. es un tema dificil de analizar ,los grupos de %#%#& patrocinadas por la recalcitrante derecha que siempre abuso de ellas y de su condición ahora las refacciona y las manipula cuando existen muchas maneras de lucha no solo la violencia de la que se aquejan y de la que se apegan para protestar

  3. Agredir físicamente a personas inocentes no es libertad de expresión ni debería considerársele como forma de manifestación, así como la propiedad privada del proletariado o en donde labore; ya que no los perjudican físicamente, pero terminarán pagando con su bolsillo, y novel nada de empatía en esos actos.
    En cuento a lo material público (monumentos, oficinas gubernamentales, transporte público, propiedades de gente realmente responsable de velar por la seguridad ciudadana) me parece maravilloso.

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