Lo que está pasando, tendencias y recomendaciones para ti.
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Crédito: AFP / Getty Images
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Sarai Sánchez Beltrán

Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán

Saraí es una persona que ama la buena música, un buen viaje, una deliciosa comida y contemplar atardeceres. Me apasiona dibujar, leer, cantar, escribir, investigar, patinar en hielo, la playa; pero sobre todo crear historias y más si soy yo la que pone el toque en los dibujos. Soy licenciada en psicología por la FES Iztacala, maestra en la MADEMS por la UNAM, consteladora familiar y actualmente estudiante en Diseño y Comunicación Visual en FES Cuautitlán, simplemente soy un ser poco convencional al que le gusta ayudar a los demás de una manera creativa, llevándolos siempre al encuentro con ellos mismos; amo ser madre de dos pequeñas, soy libre y de espíritu aventurero.

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Un homenaje a los héroes anónimos, nacidos del temblor de la tierra

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Sarai Sánchez Beltrán

Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán

Hemos demostrado tantas y tantas veces que los mexicanos somos guerreros, no solo porque nuestros ancestros fueron increíbles matemáticos, astrónomos, corredores, con arquitecturas muy avanzadas, sistemas pluviales y una organización de punta. Nuestros abuelos mayas inventaron el cero, y unas pirámides en Teotihuacán y Chichén Itzá que están perfectamente alineadas con el cielo y la tierra, por donde baja esa serpiente y sale el astro rey exactamente en el centro de la Pirámide del Sol para recibir así a la primavera.

Somos mexicanos, y ser mexicano es luchar. Es ver una tragedia y no ser indiferentes. México es entrón porque no le da miedo levantar la voz, no le da miedo proteger, defender y ayudar. Lo hemos visto reiteradas veces: personas desbordándose en apoyo, unión y cooperación.

Ese día de 1985, alrededor de las siete de la mañana, todo cambió para México, pues conoceríamos de lo que estamos hechos al caerse cientos de estructuras, hospitales, casas y condominios. La ciudad se nos derrumbaba y, a los cinco minutos, ya la estábamos levantando.

Basta con ver y reconocer a las enfermeras que lucharon en todo momento por salvar a esos bebés en el Hospital Juárez, arriesgando inclusive sus propias vidas; a esos civiles que prestaron sus carros como ambulancias para transportar a los heridos; a los que comenzaron a levantar piedra por piedra sin descansar para encontrar sobrevivientes; a las tantas personas que recaudaban insumos, que hacían de comer para repartir a todos los que estaban trabajando hasta el último aliento con tal de dar una esperanza a aquellos que quedaron encerrados entre los escombros y a los aplausos que se suscitaban cada vez que alguien salía de entre la oscuridad para ver nuevamente la luz.

En 2017 nos volvimos a confirmar que somos un país como ninguno, pues después de que, debajo de nuestros pies, la tierra volvía a moverse, a los pocos minutos estábamos preocupados por nuestros seres queridos, tratando de localizarlos para saber que se encontraban bien y, no conforme con eso, nuevamente comenzábamos a organizarnos.

Se nos volvieron a caer bardas, techos, escaleras y escuelas. Buscábamos de qué manera ayudar, recolectando víveres, donando comida para mascotas, ofreciendo refugio, ropa, peluches para quienes se quedaron sin hogar; organizábamos comida y medicamentos. Había quien se ofrecía a transportar de orilla a orilla de la ciudad todas esas donaciones que, más que víveres, eran palabras de aliento, actos de amor y caricias al alma. Nos acercábamos a la zona cero, arriesgándonos incluso sabiendo que teníamos familiares esperándonos en casa, pero eso nos gritaba en el corazón: que de esas cientos de personas que también quedaron bajo los derrumbes, alguien los estaba esperando y nosotros podíamos marcar la diferencia.

Aún con miedo, aún con réplicas que nos indicaban que podía caerse todo lo que habíamos levantado y avanzado, no nos amedrentamos ni nos detuvimos. Conocimos a héroes anónimos, a perros guardianes que les devolvieron una segunda oportunidad a niños, adultos y a quienes luchaban por sobrevivir.

Este es un pequeño homenaje para que, cada vez que nos sintamos inferiores, derrotados, inconformes o decaídos, recordemos que hemos hecho historia muchas veces, que hemos ayudado, que somos un país unido y que, aunque los gobiernos muchas veces no nos ayudaron, siempre nos tuvimos unos a otros para darnos la mano, para abrazarnos cuando algo no salía bien o cuando habíamos perdido a alguien.

Rompimos las fronteras y no era solo la pérdida de una familia, sino la pérdida de toda una nación; la pérdida de un ser querido todos la lamentábamos en el corazón. Latíamos en una sola sintonía y eso es lo que representa ser mexicano, lo que debemos recordar cada vez que nos paremos en unas olimpiadas, en otro país, cuando suframos racismo y cuando creamos que somos menos que los otros. México es fuerte y ser mexicano representa fuerza, coraje, empatía y ayuda. Somos un país cálido con culturas, raíces ricas y valiosas.

Septiembre representa para nosotros pérdida, dolor, angustia, pero también representa fuerza, esperanza y amor.

En memoria de todas las víctimas, familias, personas y héroes anónimos que luchamos por construir cada día un México mejor.

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