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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Álvaro Abisait Velasco Castillo - Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3
Iván Rafael Becerra Rosales

Iván Rafael Becerra Rosales

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5

La verdad, no me gusta mucho analizar la pregunta, “¿quién soy? Nunca me he detenido a pensar en ella, porque sinceramente no tengo idea de quién soy y prefiero ser lo que soy a pensar en serlo.

El Accidente de los Jardines de Plata

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Todos estamos locos, aunque sea un poco…

Iván Rafael Becerra Rosales

Iván Rafael Becerra Rosales

Escuela Nacional Preparatoria Plantel 5

I

Antes de comenzar esta narración, que puede ser leída como ficción o no, quiero agradecer a la persona que creo está parada a un lado mío, y que creo, viene con la intención de documentar mi historia. Gracias al fantástico poder que tiene la escritura, mi historia podrá ser inmortalizada en un trozo de papel. Y tal vez, si alguien alguna vez la encuentra podrá creer en ésta, y con ello, creerme a mí. Pero en el caso de que no haya humano a un lado mío, ya da igual, de todas formas, ya no tengo nada que perder.

Han pasado varios años desde que conté esta historia por última vez. Llegué a un punto en el que creía que esta historia acabaría enterrada en la tumba junto conmigo, tal vez así vaya a ser, pero ya estoy cansado de pensar en eso. Sin embargo, jamás deje de contármela a mí mismo, y cada vez que la recuerdo mi memoria se consume más.

Siempre que trataba de contar esta historia todos me recriminaban que era una excusa para justificar el accidente. Las voces de mis familiares y amigos decían que el accidente generó un trauma que me había vuelto loco. Me acostumbré a que dejaran de creerme hace ya mucho tiempo. De hecho, me ha dejado de importar ya, porque sólo yo sé la verdad, y si los demás no quieren creerme, es su problema.

Pero para aquel que quiera leerme, aunque sea por mera curiosidad le pido, tome asiento, y deje que el teatro de su imaginación actúe. Porque estoy por contarle la historia de tan dichoso accidente.

II

Todos estamos locos, aunque sea un poco. A pesar de que la gente me llame loco, tienen algo de razón en esa parte. Todos tenemos algo que podría parecer antinatural. Porque si todos fuéramos como se supone deberíamos de ser, el mundo sería un lugar perfecto, y ya estamos muy lejos de serlo. Así que sí, todos somos personas locas, queramos o no admitirlo.

Desde joven he sido una persona muy nerviosa. Cuando dejo que mi mente se salga de control, comienzo a imaginar cosas e historias que me vuelven ansioso ante las situaciones. A pesar de ello, era una persona relativamente normal, tenía calificaciones promedio, de vez en cuando hacía una que otra travesura, tenía amigos y una familia unida. Para muchos la vida perfecta, y para mí también…

Fue en mi cumpleaños número dieciséis cuando ocurrió el accidente. Honestamente no tenía ningún tipo de plan para ese día, sólo quería un día que pudiera guardarse en mi memoria para el resto de mi vida, y mi deseo no falló. Mi familia tomó la decisión de salir a un lugar remoto a las afueras de la ciudad. Un lugar recomendado por alguna amiga de mi mamá, los Jardines de Plata se hacían llamar, un supuesto lugar con un parecido mágico.

Los Jardines de Plata, tan mágicos como sonaban, era un bosque hecho para ser turístico, lleno de puentes, lagos y cabañas-restaurante para merendar con la familia. La idea era atractiva, pasar un cumpleaños ahí sonaba como una experiencia digna de no ser olvidada, tal como yo quería. Sin embargo, no fue como yo pensaba.

Al llegar, podían percibirse cientos de familias reunidas. Caminando por el puente, o tomando fotografías en el río. Nosotros nos acercamos al pequeño restaurante, para desayunar mientras te dejabas relajar y envolver por los sonidos tan característicos de la naturaleza. La idea no dejaba de fascinarme. Nos sentamos en la mesa, mi madre hizo algún comentario sobre el menú, como de costumbre. No recuerdo qué fue lo que ordené, pero lo que sí recuerdo fue que me levante hacia el baño a lavarme las manos.

Ya en el baño, me miré en el espejo. Y comencé a reflexionar sobre a dónde me estaba llevando la vida. Me sentía agradecido por la vida que tenía. Una vida sin preocupaciones mayores más que a ratos, que agradecido estaba de la vida que me estaba tocando vivir. Sin lugar a dudas, me sentía feliz. Y hasta donde yo recuerdo, fue la última vez que me sentí así.

Reflexionaba mis pensamientos, cuando la lámpara del baño comenzó a parpadear de una forma inusual. No era como cuando un foco está por fundirse está por fundirse. Comenzó a brillar muy intensamente, casi dejándome ciego, se apagó repentinamente, para después volver a encenderse, y así múltiples veces. Yo observaba el foco desconcertado y algo asustado para ser honesto. Para cuando se apagó definitivamente, me decidí a salir del baño, mi familia debía de estar esperándome. Mi sorpresa fue que ya no había nadie.

III

Comencé a caminar alrededor del restaurante. La comida estaba ahí, todo estaba tal cual cuando entré al baño. Solo faltaba algo, la gente. No había nadie, ni un alma mostraba señales de existencia. Al principio creí que era una broma, pero que broma tan elaborada sacar a todas las demás familias que estaban en el restaurante solamente para molestarme.

Salí del restaurante para ver el bosque. No había nadie en el puente, o tomando fotografías en el río. El lugar estaba completamente desierto. Yo comencé a asustarme, pero sin perder la cordura, comencé a hacer teorías mientras me dirigía al estacionamiento. Mi mente nerviosa comenzó a imaginar posibilidades. Por la que más me inclinaba, era acerca de un accidente que ocurrió provocando que todos tuvieran que salir de inmediato. Sin embargo, me parecía extraño que mi familia me hubiese dejado.

Al llegar al estacionamiento, me percate de que tampoco había nadie, ni siquiera dentro de los autos. Estaba completamente solo. Hubiera tratado de conducir para buscar más gente, pero no tenía las llaves del auto. Comencé a asustarme, mi mente comenzó a formular historias para justificar la ausencia de gente.

“Alguien con un arma amenazó a toda la gente y se la llevó al bosque”, a pesar de lo poco creíble que suena esto, no razonaba otra posibilidad más allá de esta. Entonces sí, tomé la decisión de dirigirme al bosque. En las películas de terror, uno normalmente se burla de cómo es que los protagonistas hacen cosas insensatas. Sin embargo, cuando te enfrentas a una situación que desconoces, tu instinto de supervivencia se ve superado por algo aún más poderoso, el miedo.

Me adentré en el bosque. Estaba impresionado con la grandeza de este. Árboles gigantes, pequeños animales alrededor, arbustos y la luz del sol penetrando entre las hojas. Y aunque esto suene muy armonioso, sentía que algo andaba mal. La caminata continuó, la atmósfera del bosque se volvió oscura y siniestra. Mi miedo hizo que comenzara a ver cosas, caras en las cortezas de los árboles, sonidos que no sabía cómo interpretar, y ramas crujiendo asemejando a pasos. Todo hasta que escuché algo particular. Voces humanas.

Corrí, siguiendo el sonido de las voces. No importaba si no eran mis padres o alguien que conociera, escuchar a alguien me llenó de tanto alivio y felicidad. Corrí quitando matorrales y arbustos de mi vista. Me golpeé y tropecé con un par de ramas, pero no podía perder esa voz.

Llegué a donde las voces se escuchaban. Esperando ver alguna pareja caminando, encontré algo inusual y diferente. Me quedé helado. Una criatura me estaba dando la espalda. Parecía estar agachado. Tenía forma humanoide, parecía no tener piel, tenía brazos largos y garras de diez centímetros. Cuando giró un poco su cabeza, pude ver mejor su cara, sin nariz, con una boca que llegaba al final de su cabeza, cuernos y con ojos completamente blancos.

Se estaba alimentando de algún animal que había cazado, recuerdo que era un oso pardo. Arrancaba trozos de carne para meterlos a su boca y tragarlos sin masticar. Y los ruidos que producía, era de voces humanas, pero en repetición, como un perico.

Yo traté de alejarme, pero el miedo me tenía paralizado. Caminé hacía atrás, pero mi miedo hizo que me tropezara. Cuando eso pasó inmediatamente giré mi mirada al monstruo. Este dejó de moverse, dejó de comer, se quedó muy quieto.

Lo siguiente que pasó me es difícil de describir. Pasó tan rápido. Pero lo que sé después, es que el monstruo dio la vuelta a su cabeza sin girar su cuello. Sus ojos blancos me vieron fijamente mientras yo me encontraba en el piso. Giro el resto de su cuerpo. Caminó hacia mí. Y dio un grito que ni siquiera se puede describir. Un grito humano, pero con una alteración en su voz, que lo más cercano a describirse podría ser, infernal.

Sus largos brazos trataron de tomarme. Pero yo corrí, corrí a la dirección del restaurante. Escuchaba sus pasos y rugidos detrás de mí. Los árboles que yo atravesaba por el medio, el los destrozaba de un solo golpe. Seguí corriendo hasta que mis piernas colapsaron, y mi cerebro también.

El monstruo estiró su brazo para alcanzarme, pero solo logró quitarme mi chaleco. Cuando llegué al restaurante. Volví a entrar al baño. Sin embargo, no medí mi velocidad, y mi cara se estrelló contra el espejo.

Con mis piernas bloqueaba la puerta para que el monstruo no lograse entrar. Sin embargo, me gritaba con una voz humana “DEJAME ENTRAR, DEJAME ENTRAR”. Yo no sabía qué creer, pero la adrenalina no dejaba que la puerta se abriera.

La sangre comenzó a correr por mi cara debido a los trozos de espejo en mis ojos. Deje de ver, pero no deje de escuchar. Los gritos se volvieron más fuertes. Escuché el sonido del foco volviendo a fallar. Y ahora, era la voz de mi padre pidiéndome entrar a gritos. Y el sonido de la puerta rompiéndose repentinamente.

IV

Cuando se abrió la puerta, yo estaba en el suelo. Lleno de sangre y tierra. Seguía asustado, esperando que el monstruo terminará con mi vida. Pero no fue así, sentía como alguien me tomaba entre sus brazos y lloraba a mi lado.

-Hijo… – escuché la voz de mi padre entre sollozos. Yo traté de abrir los ojos, pero cuando lo hice. No vi nada, no era rojo, no era negro. Nada.

-Papá… no veo nada. ¿Papá? ¡Papá! ¡Papá, estoy ciego! ¡Ciego! -grité con euforia y terror.

Desde ese día no he vuelto a ver nada. Mucha gente cree que exagero con esta historia. Pero desde ese día, no he sabido si logré escapar de ese mundo o no. Porque como dije, el monstruo que encontré lograba reproducir voces humanas.

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