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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Luna Michelle Chávez Arenas / Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3
Grace Peralta Tow

Grace Peralta Tow

Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala

Hija, madre, hermana, estudiante de Psicología, aprendiz de escultor, acupuntora, tae kwan do in, entusiasta.

Demasiado común: me enamoré de mi maestra

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Con suspenso y algo de gracia, asistimos a las fantasías platónicas de una adolescente

Grace Peralta Tow

Grace Peralta Tow

Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala

Voy a relatarles algo muy común, tan común como alumnos hay en los centros educativos, en todos los niveles, me atrevería a decir que desde preescolar. A muchxs nos ha sucedido, al menos a mí me sucedió: me enamoré de mi maestra, sí, ya sé, es demasiado común como para hablar de ese amor que sentimos por alguien a quien admiramos, respetamos, que nos acepta como somos, que nos integra al grupo, nos motiva y estimula, que nos regala su tiempo y comparte su conocimiento generosamente; enamorarse de ese ser tan especial que con su presencia y ejemplo impacta en la audiencia, sin parecer que lo hace, aunque esté muy consciente de la enorme responsabilidad de estar frente al grupo. Y cuando no está frente al grupo y concede el paso, sonríe y saluda cuando se le cierra otro coche mientras conduce, porque cree que ser docente es su granito de arena para hacer un México mejor.

Me encanta estar frente a ella, “corro, vuelo y me acelero para estar junto a…”, sí, es una canción… En modo presencial, salía antes de una clase para correr por los pasillos, saltar hasta 10 escalones para ser la primera en llegar al otro salón, a ese salón donde ella domina el templete, por donde camina como en una pasarela, desde donde lanza su mejor sonrisa, su presencia, su seguridad, y al mismo tiempo su sobria autoridad con voz alta, firme, pero ecuánime y envolvente. Llega su voz hasta la esquina más lejana, con tono como de quien abraza, como la gallina que envuelve a sus polluelos, porque nos habla a todos pero, ese sutil guiño, ese, seguramente me lo envió a mí, me estaba mirando, pude sentir la descarga eléctrica cuando nuestras pupilas contactaron.

Siempre atenta y dispuesta a solucionar, a resolver dudas, a ampliar la explicación, asegurarse de que he entendido, muy consiente de no herirme al hacerme notar lo equivocada que estoy, preguntando para que yo entienda, para que tenga la sensación de que la respuesta se me ocurrió a mí. Sabiamente me lleva a donde quiere, a que yo solita llegue a mis conclusiones.

Cree que no alcanzo a ver todas sus estrategias, habla sobre la donación de órganos, se lo inventó, siempre puntual, insiste en la importancia de donar y salvar otras vidas, ya la admiraba pero, esos loables y desinteresados propósitos que no vienen ni al caso, fijan la idea de que es una buena persona, claro, ella cree que no me di cuenta, que llego tarde, que esos largos 4 minutos pasaron desapercibidos, pero no, esos cuarenta y tantos minutos solo acrecentaban mi interés, podía sentir que estaba como un niño cuando en la heladería vierten el helado lenta, muy lentamente.

Me desespero imaginando cómo se enchina las pestañas antes de bajar de su auto y cruza el estacionamiento para pasar a checar primero al salón de maestros… larga es mi agonía, porque primero saluda a alguno de sus colegas, mientras camina a paso acelerado por el largo pasillo. Apenas era el primer día, el día que la conocí, llegó con una blusa de cuello Mao, de manga corta, de manta, con jeans, botines cafés.

Se presentó, solo faltó que sacara su credencial de elector, para que supiera lo que ya sabía: que era ella, pero, quería saber más, ¿dónde vivía?, ¿qué hacía?, ¿con quién?, ¿por qué?, ¿cómo?, ¿desde cuándo?, pero, sobre todo, ¿cuándo y dónde la volvería a ver? Es psicóloga, sacó su agenda; claro, tiene primero que ver sus tiempos y espacios. Después de unos breves segundos, que me parecieron eternos dijo: “Metodología de la Investigación, martes y viernes de 11 a 1 y prácticas de entrevista, lunes, miércoles y jueves de 8 a 9”. Solo eso, ¿no dan clases sábados y domingos?

Después de la presentación cita al profesor Enrique González, quien empieza su libro, 456 juegos y dinámicas de integración grupal con esta hermosa frase: “¿Quieres que te compruebe que la felicidad sí existe? Toma cuatro buses de camino, quédate en el lugar que te dije, camina hora y media hasta la mata de mamón. Cuando llegues a la escuelita, no preguntes por mí, ve hasta mi salón, cuando estés allí, toca la puerta y, al abrir yo, mira mi rostro, pues cuando estoy en la escuela soy el hombre más feliz del mundo”. Debe ser una indirecta, estoy segura de que juega con mi mente, ¿cómo podría saber la travesía por la que paso cada mañana para asistir a su clase? Que nada de eso importa, que todo vale la pena con solo mirar su encantadora sonrisa.

Ahora en modo virtual, fantaseo con la posibilidad de que se ponga de pie, me encantaría descubrir que usa una ombliguera o que trae minifalda, que anda descalza por su casa y sus piececitos acarician la alfombra, como quisiera que acariciaran mi espalda. Robarle un beso mientras caminamos, de que me bese y me pregunte, “¿quieres otro?”; de que me amenace diciendo, “si te subes a mi auto, yo no respondo”, de subirme a ver qué pasa. Ah, caray… yo no sabía que sabía fantasear, ¡que emoción!

Me esfuerzo, pero, seguro que reprobaré este cuatrimestre, no hago otra cosa que pensar en ella, eso debe ser estar enamorada, no puedo pensar, hilar frases completas o utilizar palabras con más silabas, solo logro asentir, ni siquiera entiendo la pregunta. Me he sorprendido observándola con la boca abierta, cuando nos hemos llegado a cruzar por los pasillos y me regala una sonrisa o en los baños me pregunta alguna trivialidad como el clima, no atino a decir nada coherente, no sé de qué platicar, seguro que se da cuenta y eso le divierte, juega con mi mente una y otra vez.

Se despide con un: “¡Diviértanse chicas!” Ojalá me dijera: “Qué bonita te ves”, con eso me engancharía de por vida, me tendría comiendo de su mano, como una paloma. Pero nada de eso sucederá, hay una enorme distancia ente mis deseos, sueños, fantasías, aspiraciones y su: “Podemos ser amigas”. Este año cumplo 50, ¿por qué… para que saldría yo del clóset a estas alturas? Alguna vez la escuché decir: “Ellas, tomadas de la mano, se ven muy bien a esa edad”, refiriéndose a unas jóvenes amantes, compañeras del curso.

Ninguna frase suya es casualidad, sigue jugando con mi mente, tanta adrenalina, oxitocina y dopamina me tienen intoxicada, paranoica, esquizofrénica, histérica o menopaúsica; como dice Sabines: “espero curarme de ti, debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte […] ¿te parece bien que te quiera nada más una semana? […] solo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón”.

¿Será que yo le dedico canciones de amor como Lo que en ti veo de Kany García y ella me dedica la de Hombres G, Sufre Mamón? Necesito salir de esto con algo de dignidad, al menos con un poco de Gracia.

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