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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Abril Saad Villegas / Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Abril Saad Villegas

Abril Saad Villegas

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Soy estudiante de sociología de sexto semestre y también soy artista. Dibujo y pinto. Últimamente, he estado buscando formas de encontrar puentes entre el arte y la sociología, intentando hacer del arte una praxis política. Llevo un tiempo trabajando en la idea de este texto, que pretendo este ilustrado por mí, incluyo uno de los dibujos que llevaría la publicación concluida para que se den una idea ( estoy trabajando en más pero todavía no los termino); el texto busca discutir al amor romántico desde el feminismo y otorgar una mirada que conciba al amor , a otro tipo de amor, como una potencial herramienta feminista , que lleve a la acción el postulado de lo personal como político. Me parece que el texto todavía puede ser refinado y se le puede agregar más información, e igualmente planeo incluir más ilustraciones.

De la ternura como fortaleza

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Una perspectiva feminista sobre el amor romántico

Abril Saad Villegas

Abril Saad Villegas

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Podía escuchar a mi corazón rompiéndose en mi interior.

Recuerdo esa época, en la que parecía no tener alma. Era como si toda mi persona hubiese estado sumida en el dolor, no había nada más. Todo estaba cubierto con un velo negro y denso, que no me dejaba pensar ni respirar.

Lo romántico se tornó oscuro, el príncipe azul pasó a convertirse en bestia y el amor se profanó.

Hace mucho tiempo que cuestiono el amor romántico y han sido muchas las noches que he perdido preguntándome: ¿cuántos sueños he perdido por perseguir el sueño del amor romántico?, ¿cuántas lágrimas he derramado en vano por ver ese sueño una y otra vez destrozado?

Siempre en la fila del asiento, siempre con miedo.

Mi vida era una constante espera y en realidad no sé si esperaba el afecto o si esperaba el exquisito y terrible dolor que me provocaba.

Se profanó todo el amor que alguna vez llegué a sentir y me consumió.

Mi casa se convirtió en una torre oscura, repleta de hiedra venenosa, sin más luz que el fuego rojo del averno que se colaba por las ventanas. Había un perro con los ojos de un hombre malo que me perseguía por los pasillos y me conducía al fantasma de una mujer de ojos tristes, repletos de lágrimas. No lloraba de tristeza, lloraba de arrepentimiento.

Escuchaba los lloriqueos de mis vísceras por las mañanas, me despertaban de los largos sueños nerviosos que tenía por las cortas noches. El sol me perseguía burlón, me recordaba que él nunca me quiso, que nadie en realidad lo ha hecho, que estaba condenada a un eterno abismo.

Hasta que un día caí al precipicio y me liberé de mi condena.

No puedo dejar de incluir mi perspectiva subjetiva en este texto, puesto que parto del postulado de lo personal como político.

No puedo dejar de incluir mi perspectiva subjetiva en este texto, puesto que parto del postulado de lo personal como político.

El amor es, probablemente, uno de los primeros sentimientos que experimentamos, es una de las emociones que emerge en los niños al poco tiempo de su nacimiento, junto con otras emociones fundamentales para la supervivencia que nos predisponen a actuar de cierta manera. Este acervo de emociones con el que prácticamente nacemos, va adquiriendo complejidad durante el transcurso de nuestro desarrollo por medio del aprendizaje social (Nussbaum, 2005).  Las teorías y aportes de la neurociencia han estudiado cómo las emociones y sentimientos aparecen y se modifican en las diferentes culturas, la evidencia señala el papel de las normas sociales en la construcción de éstas (Pascual, 2016).

Socialmente, aceptamos el concepto de amor y particularmente el de amor romántico, como un sentimiento universal, ahistórico y eterno. No obstante, desde la mirada de la sociología y de las ciencias sociales, en general, el amor no es ese sentimiento único, inigualable e indiscutible; el amor es, como casi todo en esta vida, una construcción social.

Cuando ingresé a la universidad, descubrí que prácticamente todas las cosas que siento, pienso y hago se han definido social e históricamente; son el devenir de todas las construcciones sociales que me preceden y que me han creado. Esto resultó al mismo tiempo consolador y aterrador.

Descubrir que el amor, ese sentimiento casi sagrado e intocable, que dirigió el camino de mi vida durante toda mi adolescencia, era al igual que casi todo, un resultado político, económico e histórico. Fue, en buena medida, devastador. Saber que todas esas novelas, esos cuentos y películas, contenían dentro de sus ideologías, agendas políticas y propósitos económicos; hizo que el mundo se tornara un poquito más oscuro.

Pero la verdadera explosión llegó con el feminismo.

El amor romántico, también conocido como pasional, promueve intrínsecamente la subordinación social y las lógicas patriarcales que oprimen a las mujeres. La percepción romántica del amor, el mito del amor romántico, parte de otro mito, el andrógino. En la obra El Banquete, de Platón, se narra la historia de la creación de los humanos, que inicialmente eran seres duales que reunían las características de ambos sexos; pero fueron separados en dos mitades por Zeus porque este temía que fueran demasiado poderosos, dos mitades condenadas a buscarse por siempre (Pascual, 2016).

Los griegos, un pilar fundamental para la construcción del pensamiento Occidental, crearon la base sobre la cual descansa el amor romántico, la que lo define como un amor universal y “natural”. Con esto, el amor pasional se dispone como este sentimiento que surge entre un hombre y una mujer, mismos que tienen características y roles naturalmente predeterminados, que hacen ciertas cosas, que actúan de cierta forma y que sienten de una manera específica.

El amor romántico es un producto histórico que consolida la dependencia entre hombres y mujeres, justificando una supuesta complementación psicológica y física entre ellos.

En la actualidad, nos insertamos en un sistema patriarcal que se define por establecer una relación jerárquica de poder dispar entre hombres y mujeres, dónde la mujer siempre se encuentra en una posición inferior al hombre. Esta inferioridad se traduce en opresión, violencia e invisibilización, que se manifiesta en todas las diferentes esferas de la vida social, política y económica (Mota Armand. 2019).

El patriarcado se inserta en todos los niveles de la vida social, se oculta en cada rincón e influye de forma decisiva en la conformación de la subjetividad de los individuos, especialmente el de las mujeres. Siguiendo a Almudena Hernando (2000), nos encontramos con que esta subjetividad puede ser entendida como la forma en la que las mujeres internalizan, actúan y reproducen un conjunto de valores y actitudes que contribuyen a la perpetuación de la hegemonía masculina.

El sistema patriarcal se instaura en cada una de nosotras desde que tenemos una corta edad, nos construye y se reproduce por medio de las creencias, acciones e ideas individuales. Carmen Sáez Buenaventura (1993), destaca la importancia de la socialización en la fabricación de la individualidad. Se nos socializa de una forma que corresponde al sistema en el cuál vivimos, se nos socializa de forma jerárquica, obedeciendo al orden patriarcal. La socialización jerárquica potencia ciertos rasgos psicológicos diferenciales entre hombres y mujeres, que perpetúan una desigualdad de género permanente, desde la construcción individual.

Hay un proceso de socialización diferente entre niños y niñas; mientras que los primeros son socializados para la prepotencia, la “fuerza” y la violencia, las segundas son socializadas para ser subordinadas, por lo que una de las tareas principales de las mujeres desde su infancia es conocer las características y necesidades de los superiores dentro de este sistema, de los hombres (Sáez C. 1993).

Se suprimen y se censuran ciertos deseos o necesidades, tanto en niñas como en niños, se cohíben e inhiben ciertas acciones o determinaciones, mientras que otras son reforzadas. Se reiteran ciertas conductas, y características orientadas a los modelos canónicos de masculinidad y feminidad, haciéndose valer del pretexto biológico.

Mientras que a las niñas se les muestran películas de princesas enamoradas, a los niños se les expone a programas de acción, más violentos; a las niñas se las comprende cuando lloran, es natural, pero a los niños se les reprime por mostrar “debilidad”; a las niñas se les enseña que algún día lejano se van a enamorar y a los niños se les insinúa que algún día podrán estar con muchas mujeres.

“Ello conlleva la aprehensión de pautas intelectuales, emocionales, simbólicas, actitudinales, etc., facilitadoras del ejercicio de unas ciertas habilidades o poderes dominantes por parte de unos (niños-hombres) y de otras habilidades no atribuidas, vividas o concebidas como poderes por parte de otras (niñas-mujeres) orientadas hacia la adecuación y aceptación y soporte de los primeros en general (Sáez C, 1993:249).”

Las autoras feministas plantean este proceso de socialización diferenciada entre niños y niñas, ocurre durante y después de la pubertad. Emilce Dio Bleichmar (1993) habla de cómo las niñas comúnmente descubren el “poder seductor” de su cuerpo durante la infancia o la pubertad a partir de la mirada de un hombre adulto. Es una experiencia común a la infancia femenina descubrir el hecho de que el estímulo sexual proviene del exterior y no a partir de un estímulo interno.

La feminidad hegemónica dota a las niñas y a las mujeres de una identidad que se basa en la percepción de otros sobre sí mismas, en las miradas de otros sobre sus cuerpos y coloca a las mujeres en un estado de permanente inseguridad corporal (Dio Bleichmar, 2000). Las mujeres tienen un cuerpo cuyo fundamental propósito es ser observado, codiciado por los seres que mantienen el puesto más alto jerárquicamente. Se socializa a las mujeres desde la más temprana infancia para concebirse como estos seres frágiles, bonitos, indefensos y claro está, ávidos siempre de atención masculina y de amor romántico.

Estos seres delicados, bajo la misma lógica del mito andrógino, requieren de un hombre que las complemente, que las admire, que las proteja. Otra mitad para estar completas, otra mitad naturalmente diseñada para darles aquello que ellas mismas no se pueden proveer.

Los elementos que conforman a la subjetividad de las mujeres, promueven el desarrollo de un sistema de valores que generan el surgimiento de deseos específicos entre el sexo, con énfasis en el carácter naturalista, femenino. Se socializa a las mujeres y a los hombres para sentir un cierto tipo de amor, para esperar un cierto tipo de amor y para reproducir ciertas actitudes que típicamente lo acompañan.

Los medios de comunicación y los productos culturales cumplen la función de construir una idea de amor muy particular: se centra en la construcción de una familia, en la cual hombre y mujer desempeñan unos roles muy específicos y en el que se establecen dinámicas afectivas específicas para cada uno. En el amor romántico se sustenta el mito de que las tareas domésticas y de cuidado, son amor y no trabajo.

El amor romántico es un instrumento para instaurar y reforzar la socialización diferenciada que ocurre entre hombres y mujeres. Misma que, aunque aparentemente ha disminuido con los años, sigue presente y latente.

Descubrir que el amor que siempre contemplé y anhelé, era otro instrumento de coacción social, que aparte de todo reproducía mi condición socialmente desventajada como mujer fue un golpe duro. De repente, mis experiencias como niña y como adolescente cobraron un sentido diferente. Me hicieron recordar todas las noches que pasé temblando de dolor, con una aguja profunda en las entrañas y un vacío en el pecho que me decía que mi vida sin el amor de un hombre en particular, no tenía sentido.

Pero eso no fue todo, con el tiempo, conforme más partes me desenmascaraba el feminismo; más comprendía lo mucho que los ideales del amor romántico había dañado mi vida. Desde mi relación con mi cuerpo, hasta mi relación con el cuerpo de otras mujeres. Me acuerdo de todas las veces que odie a otra mujer por ser “más bonita” y ahora sé que en realidad lo que hacía que las odiara era pensar que podían ser potencialmente más amadas, más deseadas por un hombre.

La información obtenida y revelada, que me mostraba a mi autopercepción, a mi forma de sentir afecto y a mis deseos y emociones como un macabro producto social me dejaron sintiendo un profundo rechazo hacia el amor como concepto. Y como efecto colateral, me hicieron sentir un profundo sentimiento de culpa ¿Cómo me había permitido perder tanto tiempo amando? ¿Cómo había dejado que mi afecto nublara mi razón? El amor se sentía como el enemigo.

Con el paso del tiempo, conforme fui desentrañando todo lo que se ocultaba detrás de la construcción de la femineidad y conforme fui viendo con otros ojos el mundo afectivo que me rodea; empecé a darme cuenta de que el rechazo que yo sentía por mi propio afecto, era igualmente, un pensamiento infiltrado del patriarcado.

Si la hegemonía me dice que amar es mi único propósito como mujer ¿Por qué mi afecto es algo vergonzoso?, ¿por qué tantos hombres me han dejado de hablar por mostrar tan siquiera una pequeña pizca de interés?, ¿por qué mi intensidad y mi pasión se tienen que reprimir?

Por qué como el afecto ha sido siempre relacionado a lo femenino, se ha construido como algo socialmente vergonzoso, débil. Porque el patriarcado no quiere que subsista otra clase de afecto, uno que no solo se construye para ser poseído por los hombres y otorgado ciegamente por las mujeres.

Es cierto, el patriarcado ha inventado el romance, pero ciertamente no ha inventado al amor. El afecto, el cariño, el amor es una emoción inherente a los seres humanos, nos permite crear lazos que se traducen en sociedades; y nos pertenece, no pertenece al patriarcado. Si el sistema hetero-patriarcal se construye a partir de lo individual, de las relaciones interpersonales subjetivas, también se puede deconstruir a partir de las mismas.

Por eso propongo empezar a ver al amor como un mecanismo potencialmente revolucionario, como una práctica que podemos reclamar como propia y robarle al patriarcado.

Aprender a amar sin poseer, aprender a amar sin temer, aprender que el amor no es algo dado, no es el amor romántico que nos han enseñado, es algo que alguna vez aprendimos y que todos los días estamos enseñando. Amar de una forma diferente, concebir a la ternura como fortaleza, llevar a la práctica el postulado de lo personal como político, construir y vivir un amor que no sea romántico, que sea feminista.

Pienso así en el amor que sienten las madres por sus hijas, en el que siento yo por mis sobrinos, en el que siente un niño por un cachorrito, ese amor que no corrompe, que no consume. Pienso en un amor que nos pueda llevar a construir una estructura social y una subjetividad diferente.

Referencias:

Hernando, Almudena (2000). La construcción de la subjetividad femenina. Madrid: Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid.

Mota Armand. 2019. El tabú de la menstruación: Símbolo de la represión sexual femenina. Instituto de Psicología de la Salud. Universidad de la Republica de Uruguay. httpss://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/22777/1/Mota%2C%20Mariana.pdf

Nussbaum, M. (2005). El conocimiento del amor: ensayo sobre filosofía y literatura. Madrid: Kaidós

Pascual Fernández, A. (2016). Sobre el mito del amor romántico. Amores cinematográficos y educación. DEDiCA. REVISTA DE EDUCAÇÃO E  HUMANIDADES, 10 (2016) março, 63-78

Sáez Buenaventura, Carmen (1993).  Socialización del género y psicopatología:  una hipótesis para la reflexión.  En  M.A.  González de Chávez (Comp), Cuerpo y subjetividad femenina.  Salud y género (pp.241-256).  Madrid: Siglo XXI.

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De la ternura como fortaleza

Una respuesta

  1. “Por eso propongo empezar a ver al amor como un mecanismo potencialmente revolucionario, como una práctica que podemos reclamar como propia y robarle al patriarcado.”

    #word

    Lloré con los últimos parrafos <3

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