Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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México es un país megadiverso, la variedad de ecosistemas que existen a lo largo y ancho del territorio mexicano albergan a cientos de miles de especies animales, vegetales y fúngicas únicas en el mundo, muchas de las cuales son en extremo conocidas y populares por diversas razones, mientras otras no se tienen el reconocimiento que merecen. En esta categoría se encuentra el protagonista de este artículo, el tlauhquechol.
Tlauhquechol, tlauquecholli o quecholli son algunos de los nombres prehispánicos por los que se le reconoce al ave de nombre científico Platalea ajaja, también conocida como garza chocolatera, espátula rosada o sibiya. Se trata de una peculiar ave de plumaje rosado y rojizo, patas negras, cuello blanco, cabeza pelada y pico con forma de cuchara, del que se sabe, habitó durante milenios en los lagos salados de la cuenca de México y cuyas plumas, simbolismo y comportamiento singular la hicieron una especie muy importante en la cosmogonía de los habitantes prehispánicos del país.
Y si era tan importante, ¿por qué nadie la recuerda?
La espátula rosada o tlauhquechol, vocablo náhuatl que significa “paxaro colorado de pluma rica”, fue una de las tantas víctimas del ecocidio perpetrado por los españoles al desecar los lagos sobre los que se asentaban varias islas e islotes del México prehispánico. Este desesperado intento de los conquistadores por evitar las masivas inundaciones que acosaban constantemente a la capital (situación de la que fueron responsables al destruir y menospreciar el complejo sistema de acueductos y drenajes prehispánicos), llevaron a la extinción masiva de las especies habitantes de los cuerpos acuosos y de las que, lamentablemente, no tenemos registro. Una de las sobrevivientes a tal masacre fue la garza chocolatera, especialmente porque su distribución geográfica es muy amplia y se extiende desde los pantanos de Florida, Estados Unidos, hasta los humedales de Buenos Aires, Argentina. No obstante, con su desaparición en esta zona del mundo y la sincretización, murió todo lo que alguna vez significó para quienes convivieron con ella durante siglos.
¿Qué simbolizaba para los indígenas el tlauhquechol?
Imagina por un momento que eres un habitante de México-Tenochtitlán, estás sentado en la orilla oriental del lago de Texcoco, tus pies están sumergidos en el agua salobre, tu mirada fija en el horizonte, al inicio no vislumbras más que algunos patos marrones nadando entre los verdes juncos y el dorado zacate, por delante, algunas barcazas y canoas llenas de pescadores, mercaderes y cazadores navegan plácidamente entre las aguas verdes. Más allá se extiende una una inmensa franja de agua verde azulada sobre las que se alzan sendos montes revestidos de verde y por encima de ellos dos relucientes figuras blancas como la sal, el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl destacan y detrás de ellos, comienza el azul firmamento. Es entonces que te percatas de algo más, al inicio no es más que una mancha rojiza como el fuego, pero conforme se acerca notas que es más bien rosada, como la dalia, pero desciende veloz hacia el agua, como una flecha. Está cada vez más cerca y observas cómo abre y bate sus alas que contienen plumas rojas, rosas y blancas en perfecta armonía para conseguir un aterrizaje suave sobre las aguas salobres y una vez ha conseguido asentarse, comienza a andar, de manera calculada y contemplativa, con sus largas y oscuras patas sobre el lago, sumergiendo su ancho pico de vez en cuando y sacudiendolo su grisácea cabeza calva de izquierda a derecha de manera frecuente.
Sin duda alguna pensarás que es una figura singular, contrastante, enigmática, pero también, profundamente bella. O al menos lo suficiente para no pasar desapercibido por quienes lo presenciaban de forma cotidiana, lo que llevó a que ganara una gran relevancia en todos los estratos de la sociedad mexica. Para empezar, el quecholli tiene el honor de bautizar un cempohualilhuitl, es decir una de las 18 veintenas de días que conformaban el calendario mexica. La veintena del tlauhquechol simbolizaba el inicio de la época de caza y del amor, esto porque llegaban las grandes parvadas de aves migratorias que arribaban en los lagos en busca de aguas más cálidas y acogedoras cuando llegase el invierno.
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