Facultad de Psicología
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Vivir significa más que agendar citas, cotizar viajes o demás planes que impliquen revisar el calendario y decir “tengo que hacer esto”. Vivimos en una serie cuyas temporadas siguen sin nuestro consentimiento: conocer a equis persona, enamorarse, perder a un familiar, que la salud cambie, un aumento de sueldo o un despido, entre otras historias. Planeamos y explicamos lo aún no vivido con lo que ya sucedió o está pasando, en el presente. Con nuestro recuento de vida formamos sentido de lo que existe al intuir el mundo, o cuando alguien más nos lo muestra en pláticas, actos, arte, etc. Lo que llamamos futuro en realidad es más inmediato de lo que parece; una ilusión donde nuestras experiencias, en un acto creativo, fabrican situaciones hipotéticas al acomodar anécdotas con las que tuvimos contacto en carne propia o por relato de alguien más.
Como medios para formular estas expectativas de futuro tenemos la introspección, el contacto inmediato con otro individuo y la cultura que es la gran reserva de narrativas individuales o colectivas. Entonces, hacemos narrativas del mundo, pensamos cómo es la vida desde nuestra experiencia y observación de la realidad, asumimos una posición y decimos “esto soy yo, y aquello le pertenece a otros”.
Ahora, existe la angustia, producto de la ausencia de novedad en la narrativa de “mi mundo”, o en la exposición consciente al acopio social (lo que me ofrecen los otros). Nos estancamos y queremos la oportunidad de algo diferente. El problema es cuando llega y no sabemos cómo reaccionar, o ni siquiera disponemos de habilidades para verlo. Si lo diferente me agrada, ¿por qué no lo hago? Lo apreciamos, pero la vida sigue. En cambio, si algo no me gusta y me absorbe en diferentes ámbitos de vida, ¿por qué no lo suelto? Pasa que no podemos negar la existencia del aprendizaje originado en lo social, una forma de ver la vida que se da entre, por, y con las personas. Estamos bien con lo que ya sabemos (estabilidad), frente a lo que todavía no (disrupción). Es fácil la adherencia a lo que ya está ahí, para bien o para mal, porque lo conocemos; y es difícil la transición a lo que todavía no entiendo.
Cuando la sensación es colectiva se escuchan y/o actúan frases como: “No puedes soltar a A sin tener a B asegurado”, “¿Eso te dará de comer?”, “No puedes vivir de lo que te gusta, hay que sacrificar”, “Siempre ha sido así y seguirá siéndolo”, “¿Te vas a enojar por eso? No hizo nada”, “Si los demás no lo hacen, no me veo obligado a hacerlo”, entre otros enunciados cuyo contenido, en esencia, se condensa en la siguiente frase: “¿Estás seguro de lo que haces? Igual y no está mal lo que tienes ahora”. Lo anterior nos lleva a una cadena de eventos que mantienen el statu quo.
Vacías de explicación son las frases: “Si estás así es porque quieres”, “El mundo es de quien se atreve”, “El amor y la revolución no son para tibios”, “Tenemos las mismas 24 horas”, “Ni te hizo nada”, ya que se centran en el individuo y no en la colectividad. El dilema es que si bien lo que somos es por interiorizar el entorno a modo que nos haga sentido, por ser responsables y actuar de forma consciente, también se genera aprendizaje con las demás personas sobre las dinámicas del mundo. ¿Hasta qué punto la visión de los demás y nuestro propio juicio tiene un peso igual de importante?
Por ejemplo, ante la necesidad de generar ingresos: ¿Debo ser empleado en un trabajo que detesto, o debo emprender mi negocio? Si la respuesta depende de la naturaleza de uno, o de las oportunidades y riesgos de cada camino, también se considera la opinión de los demás vs. lo que sé o quiero vivir. Todo en cuanto hagamos y tengamos construye nuestra autonomía o, por el contrario, nos hace dependientes a algo o alguien, desde poseer bienes materiales hasta tener salud, contactos, conocimiento de cierta dinámica para explorar la realidad y tiempo suficiente para ejecutar planes de vida. Arriesgarte o mantenerte en la rutina tiene rasgos aprendidos: usar herramientas (propias o ajenas), ver lo que nos acerca a una meta, nuestro hablar (que debe ser persuasivo o seguro), negociar, movernos en caso de que no salga lo planeado y ver si somos aptos o no para lo que tengamos enfrente.
Córtele las alas a una paloma, libérela de su jaula y pídale que vuele. No podemos replicar algo con lo que nunca convivimos, ni modificar una situación que abruma solo porque sí. No sabemos hacer las cosas de forma diferente, o “lo que debemos hacer” excluye quien somos ahora. Es en el mismo aprendizaje entre, por, sobre y con las personas donde ignoramos o valoramos ciertos instrumentos (palabras, símbolos, conductas, atributos, etc.) para la interacción y la satisfacción de nuestras metas, al menos si lo vemos socioculturalmente como lo hace el psicólogo soviético Lev S. Vygotsky. Hoy objetivamos el mundo por nosotros mismos, pero ¿qué pasaría si permitimos que una persona, quizá con más experiencia, nos guíe hacia lo que queremos?
Una forma de apropiación del mundo es exponernos de forma gradual y orientada a los puntos de ruptura de un espacio-tiempo que, en suma, generan fuerza para cambiar lo rutinario. De forma gradual, para no vernos obligados a objetivos inalcanzables desde nuestro progreso; y orientada, para evitar la obviedad y permitir dudas que aporten al cambio, una manera es reflexionar el tiempo requerido en espacios que otorguen sentido al proceso auténtico de cambio y la preparación para lo que pueda surgir.
Se necesita de un “Yo” que se muestre curioso y responsable de su proceso transformación, así como un “Otro” que escuche, acompañe y muestre calidez en cada paso del proceso del actor principal. Más allá del rol que nos toque, se debe atender la situación generadora y portadora de sentido (atributos que erigen la noción de vida y donde los demás elaboran juicios en todo momento). De no contemplarla, no trascenderemos de frases vacías, renegando aún más la oportunidad de una transformación. Siendo protagonista o guía, formemos procesos de cambio sólidos y encaminados con redes de apoyo, información de posibles obstáculos y aterrizado conforme al tiempo percibido.
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